
En las profundidades de la bahía de Cartagena , frente a Bocagrande y muy cerca de Tierra Bomba, un equipo especializado de la Armada Nacional, la Dirección General Marítima (Dimar) y arqueólogos del Instituto de Patrimonio, descubrió lo que hoy se considera uno de los hallazgos submarinos más importantes en la historia de Colombia: el fuerte de San Matías, un castillo colonial sumergido durante siglos.
El descubrimiento fue posible gracias al trabajo conjunto de buzos profesionales y expertos en hidrografía, quienes ut ilizaron tecnología de última generación como sensores de escaneo submarino y ondas de sonido para crear imágenes tridimensionales del fondo marino. Una de esas imágenes, con una forma idéntica a otros fuertes coloniales como El Pastelillo y Santa Cruz, encendió la sospecha de que bajo las aguas podía esconderse algo más que simples piedras.
“Cuando vimos la forma, dijimos: esto es un castillo”, relató Richard Guzmán Martínez, hidrógrafo formado en la Escuela Naval de Oficiales de Cartagena y uno de los principales investigadores de la expedición, en diálogo con Los Informantes . Fue él, junto a su equipo, quien lideró el hallazgo tras años de especulación sobre las ruinas de fortificaciones perdidas en la bahía.
San Matías fue construido como parte del complejo sistema defensivo de Cartagena de Indias, considerado uno de los más imponentes del Caribe junto con el de La Habana. Este sistema incluía murallas, escolleras y fortificaciones diseñadas para repeler ataques de corsarios y piratas que codiciaban la ciudad c omo punto estratégico de comercio, tráfico de esclavos y resguardo de embarcaciones.

Las primeras pistas surgieron cuando se identificaron formaciones rocosas inusuales bajo el agua, en un área donde antiguamente se encontraba una escollera diseñada por el ingeniero español Antonio de Arévalo. Inicialmente se pensó que se trataba de restos de esa estructura, pero la forma simétrica y las evidencias posteriores confirmaron que se trataba del fuerte San Matías.
El castillo, sumergido a solo seis metros de profundidad, está sorprendentemente bien conservado. Se ha convertido en un arrecife coralino repleto de vida marina, desde peces de colores hasta cangrejos y pulpos . Su interior, aunque oscuro y con visibilidad limitada, revela garitas, paredes de más de dos metros y la antigua plaza de armas, aún reconocible por su superficie arenosa libre de piedras.
La capitán de corbeta Maritza Moreno, buzo profesional y oficial de la Armada oriunda de Yopal, Casanare, fue una de las primeras en ver el fuerte con sus propios ojos. “Fue una sensación muy bonita . Aunque al principio la visibilidad era baja, al bajar y encontrarnos con las escolleras y la fauna marina , nos dimos cuenta de que estábamos frente a un ecosistema vivo que llevaba siglos allí”, expresó.